Según los datos informados por la Estación Experimental Agrícola Obispo Colombres (Eeaoc), en la zafra 2024 se quemaron 54.000 hectáreas (18 % de la superficie cultivada con caña) (LA GACETA (30/11/24). Para demostrar que la práctica de la quema ha disminuido comparan el dato mencionado con el que resulta del promedio de la quema en los últimos diez años.  Sin duda, un análisis caprichoso si se quiere, con el solo fin de mostrar una disminución. La realidad es que se quemaron 15.100 hectáreas más que en 2023 (38.900 versus 54.000 hectáreas). El valor preocupante es que las 54.000 hectáreas quemadas han generado 81 millones de toneladas de anhídrido carbónico, además de otros gases irritantes de ojos y mucosas, que sin duda están correlacionados con los datos de los efectos en la salud de niños recientemente informados por investigadores médicos de la UNT (LA GACETA, 05/09). El manejo de datos que hace gala el informe de la Eeaoc me recuerda los versos del poeta italiano Trilusa que decía: “Resulta, sin engaño, que, según la estadística del año / Te toca un pollo y medio cada mes / Y aunque el pollo en tu mesa se halle ausente, / Entrás en la estadística, igualmente, / Porque hay alguno que se come tres”. Conclusión, la quema aumentó y los efectos sobre la salud son evidentes a juzgar por los estudios médicos. Sin duda, datos certeros para tener en cuenta en la próxima zafra y sobre todo para el trabajo mancomunado entre la Corte Suprema de Justicia, el Ministerio Público Fiscal y el Ministerio de Seguridad de la provincia, que decidieron en septiembre de este año llevar un trabajo mancomunado para combatir la quema de cañaverales y castigar a quienes las producen “adoptando las medidas necesarias en contra de los responsables de esta nociva práctica delictual” (LA GACETA, 24/09).

Juan A. González

San Juan 158 - Lules